domingo, 15 de noviembre de 2009

Querida Alicia,

Hace unos días volví a la Normandía, todo sigue exactamente igual desde que los dos la dejamos. La hierba de los inmensos prados aún brilla y muchísimas vacas pasturan por donde tú y yo jugábamos al escondite. Volví a pasear por la arena que envuelve el Mont Saint Michel, creí que veía tus pasos y los míos aún ahí, estancados en el tiempo.

Volví a casa, seguía todo igual, el pequeño salón con su chimenea y encima de ella, nuestra foto. Mi habitación llena de cuadros de ti, sigue ahí y no sé como pero al ver tu cuerpo junto a tu alma plasmados en ese trozo de tela, me entró la inspiración y ya ves, en poco recibirás otro. Otro de los tantos que debes tirar cada año.

Aún se percibe ese olor característico de esa casa, el que impregnabas tú por cada rincón de los que ibas. En poco tiempo, he comprendido lo que importa y lo que no.

Tu partida hizo que te entendiera mejor y que supiera entenderme. No te doy las gracias aún así, porque ha pasado mucho tiempo y ya lo tendría que haber echo. Tampoco te voy a decir que te echo de menos, porque es eso lo que quieres oír, y yo no seré esa persona la que te lo diga, ni un te quiero ni nada.

¿Entiendes tú el amor? Queda muy lejos de todos nosotros, ya.

Pero aún así, alguna vez, aunque fuera solo una, me gustaría volver a recordar, a tumbarnos en la hierba y a pensar, los dos juntos, pero sin hablar, como si fuéramos fantasmas. Sin mentiras, ni evidencias. Tu, yo y las dos máscaras, como antes. Como siempre.

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