sábado, 16 de enero de 2010



A veces el solía contemplarla, lo pillaba desprevenido mirándola, dejando detrás de sí un largo camino de melancolía y de tristeza. Sus ojos observaban cada detalle de su cuerpo, cada pequeño lunar que podía observar, a veces incluso parecía que miraba a través de su ropa, de su piel, de su corazón. La dejaba desnuda frente a toda la otra gente con la mirada. A ella le gustaba, se sentía complacida y bien. Ella no quería verle, no quería mantener conversación alguna con el, pero que el la mirara y le hablara, le encantaba, la dejaba descompuesta, como si de un ácido se tratara. Pensaba en todo lo bueno, en todo el circuito de esos ojos marrones por su cuerpo, en su coche teledirigido por la mirada, en el mando que el controlaba cuando y donde le diera la gana. El se sentía atrapado por ese perfume, como si fuera una cuerda que le ataba a ella.


- ¿y no le dijiste nunca que ella le quería?


- ¿y destrozar toda esa magia? Era bonito, ella se sentía bien, él también. Nunca habían dejado escapar nada, y parecía que el destino les brindaba una y otra oportunidad.


- Ojalá me pasara eso a mi, es tan perfecto.


- Ellos terminaron mal, su perfección no supo pasar esa barrera, ellos impidieron que pasara.


- Ellos se querían, imposible que lo impidieran.


- Sin darse cuenta la gente hace muchas cosas. Se querían tanto que se perdieron el uno al otro.

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